La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 ha llevado a gran parte de las empresas a adaptarse de manera rápida e inesperada al trabajo en remoto, una práctica relativamente minoritaria en España antes de la irrupción de la pandemia. Según datos de EU Labor Force Survey 2019, solo un 8,3% de los trabajadores en España optaba por trabajar desde casa, ya fuera habitualmente o de forma ocasional.
Además, España ha sido el país europeo donde menos se ha incrementado el teletrabajo a causa de la pandemia del coronavirus, según un estudio de Morgan Stanley. Es el único de los cinco países analizados que ha mantenido estable la cifra (teniendo en cuenta a los trabajadores de oficinas que pueden realizar sus tareas desde casa durante los cinco días de la semana laboral), con un 15% del total tanto en marzo como en la actualidad. En concreto, trabajan desde casa 1,8 días por semana, frente a los 1,1 días que lo hacían antes de marzo. No obstante, parece que ha sido una modalidad valorada como positiva, ya que el 80% de los trabajadores españoles afirma que le gusta el teletrabajo y el 93% quiere mantenerlo pese a los avances hacia la nueva normalidad, según Bain & Company.
Pero, ¿en qué deberían pensar las empresas que quieran implantar en teletrabajo más allá de haber sido una forma para mantener los empleos y asegurar la continuidad de su actividad? Invertir en el capital digital necesario (apostar por la transformación digital de procesos, infraestructuras empresariales, etc.), así como en capital humano (formación de los trabajadores en competencias digitales y de comunicación a distancia) será clave.
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, la capacitación de los empleados es fundamental. En este caso, el teletrabajo requiere que las personas sean capaces de utilizar las herramientas de manera eficaz, crítica e innovadora, hasta llegar a encontrar en la tecnología un apoyo para mejorar su trabajo y ser productivo. Algo que puede ayudarnos a conocer el punto desde el que partimos, es realizar un diagnóstico y evaluación de las competencias digitales con las que cuentan nuestros equipos. De esta forma, podremos diseñar un plan formativo sólido que haga que el teletrabajo se implante con éxito. No obstante, no debemos olvidar que siempre será indispensable contar con personas, además de preparadas para el entorno digital, convencidas. Su predisposición hacia el uso de la tecnología, además de la competencia técnica en sí, será la verdadera clave.
Estas son algunas de las herramientas (de gestión, relación y trabajo) especialmente útiles en el teletrabajo:
- Plataformas colaborativas para seguir trabajando en equipo.
- Aplicaciones de organización de tareas para que todo el equipo esté al tanto de los asuntos pendientes y sus responsabilidades.
- Diferentes canales de comunicación síncronos y asíncronos.
Es probable que si le preguntamos a alguien cómo definiría el teletrabajo después de la experiencia vivida durante el confinamiento, lo asociaría a un gran número de videoconferencias, chats e emails a deshoras, etc. Algunos datos que demuestran el fuerte aumento de la demanda de este tipo de herramientas comunicativas, han podido influir en ese pensamiento extendido (los usuarios diarios de Zoom han subido de 10 a 300 millones en tan solo cinco meses; Google Meet y Microsoft Teams se encuentran entre las cinco aplicaciones más descargadas en abril y mayo de 2020, y Facebook ha lanzado su propia herramienta de videoconferencias).
Pero, como ya hemos explicado, el teletrabajo no son solo videoconferencias, es mucho más, y requiere de un plan formativo y apuesta conjunta como empresa. Es necesario contar con una actitud y cultura del teletrabajo global, basada en la organización, la responsabilidad individual y la confianza, y que las personas manejen e incorporen a sus tareas la tecnología que les permita trabajar desde casa.
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